El cuándo, cómo y dónde de la sapientia cabalística es arduo de dilucidar ya que existen numerosas divergencias en cuánto al origen y posterior evolución del cuerpo de enseñanzas que ésta representa tanto en lo referente a los personajes a quienes se entiende vehículos o portadores del conocimiento, como de las fechas de existencia de los mismos, de los diferentes libros o manuscritos que componen la doctrina y de su atribución a uno u otro personaje en cuestión.
Para lograr cierta coherencia y veracidad en cuanto a todo ello han sido necesarias largas horas de investigación y estudio de las cuales la primera e indefectible premisa extraída es que la Cábala hebrea, tal y como la conocemos en nuestros días no es una ciencia exclusiva del pueblo judío.
Eruditos de diversos órdenes debaten entre ellos en pro de establecer con exactitud el nacimiento de esta ciencia sin lograr dar unanimidad a sus concepciones con éxito. Algunos personajes destacados como Saint Y´ves o el mismísimo Moisés apoyaban la versión de que con anterioridad al tercer milenio a.C. existía un saber universal en el que habían sido reunidos los conocimientos representativos de todas las artes y ciencias basados en un único principio al que ellos denominaban “El Verbo” Continúan explicando que este fue enseñado en todas las universidades metropolitanas hasta que la división de las lenguas - a que dio origen la destrucción de la bíblica Babel (1)- determinó la escisión de la unicidad de la que hasta entonces gozaba la “Ciencia Sagrada” confundiéndose a partir de este momento histórico la antigua sabiduría. Los Lamas de Nepal están de acuerdo en cuanto a estos acontecimientos llegando a establecer la ruptura de esta antigua universalidad en los comienzos del Kali Yuga.
El asombroso paralelismo inherente a los mitos religiosos de civilizaciones tan dispares como la Hindú (2), la Egipcia y la Sumeria, así como la similitud en cuanto al nivel y contenido de las ciencias matemáticas y astronómicas egipcias y caldeas, en el periodo histórico que oscila entre el 4000 y el 3000 a.c. serían más que suficiente no sólo para legitimar semejante aseveración sino la preexistencia de una lengua común de la que pudiesen haber derivado todas las conocidas.
Aceptamos pues que las reminiscencias de este saber antiguo dieron vida en algún punto al complejo entramado de enseñanzas cabalísticas actuales. En primer lugar a través de Moisés -cuyos libros establecen una de las materias básicas de estudio de la Cábala- quien al parecer tuvo acceso a los Misterios de Mizraím (3) de los cuales desconoceríamos la totalidad de su contenido si no fuese porque Pitágoras extrajo y adaptó al sistema griego toda una sabiduría referente a los números, su significado y poder después de haber visitado y estudiado en esta misma tierra en tiempos en una época en la que estos Misterios aún se conservaban vigentes.
Una segunda corriente de sabiduría fue la aportada por el primero de los patriarcas hebreos post-diluvianos (4), Abraham –oriundo de la ciudad persa de Ur – y por los sabios de la Escuela de Magos de Babilonia de entre los cuales destacan Daniel y Esdrás quienes estaban en conocimiento de Los Misterios de Mitra, los cuales no nos cabe duda guardaban otra parte importante de este saber que había sido disgregado.
Y, para finalizar con la contribución aportada por Escuelas Antiguas de Sabiduría, habría que incluir la de los Misterios de Tiro a través del trato que se sabe que tuvo Salomón, Tercer Rey de la nación Israelita unida, en los tiempos en los que destinó sus recursos y esfuerzos a la construcción del Primer Templo de Jerusalem.
Quizás una vez vista la evidencia de los orígenes conocidos de la Cábala a través de los hallazgos arqueológicos y reliquias escritas que han sido descubiertas en los últimos siglos la pregunta más correcta que podemos someter a planteamiento no sea cuál es el origen de la Cábala, sino de dónde procedía y en qué consistía el saber que con posterioridad dio nacimiento a la misma. Las reseñas de autores como Platón señalan dirección a la Atlántida (5) o incluso a un continente anterior, Lemuria como las posibles fuentes de las que dimanase tanta sapiencia. Sin embargo, entrar en los pormenores de este pasado remoto excede con creces el objetivo perseguido por esta artículo y habrá de ser quizás pospuesto, para otra ocasión. Así que dejemos atrás los tiempos de Aztlán y retrocedamos de nuevo a la figura de Moisés.
Se dice que Moisés tras el éxodo (6), camino a la Tierra Prometida (7), escogió a la Tribu de Leví para hacerla depositaria de la sabiduría que había traído con él de Egipto, así como de las enseñanzas, órdenes y preceptos que le habían sido dictados por Jehová . De entre todos los hombres de esta tribu delegó su autoridad y los secretos que había guardado consigo a Josué (8)quien, tras la muerte de Moisés, lograría conquistar Canaán y repartir el territorio entre las 12 Tribus de Israel. A partir de la toma de Canaán los israelitas se verán inmersos en numerosas revueltas y guerras civiles entre las que cabe destacar los enfrentamientos con madianitas, filisteos, ammonitas, moabitas, edomitas y amalecitas entre otros, en procura de mantener la posesión de la nueva tierra, defender su religión contra cultos paganos y mantener intactas la pureza de sus ideologías, regulaciones y costumbres.
En el primer milenio a.C. y tras la muerte del Rey Salomón, el pueblo acaba dividido en dos grandes bandos. El nacimiento de los reinos de Judá e Israel, cuyas capitales se establecen en Jerusalem y Siquem respectivamente, será la consecuencia más inminente. Samaria, seguida de Judá perderían más tarde su independencia dando lugar a lo que se conoce como segundo éxodo, a partir del cual los judíos serían deportados y sometidos a cautividad en Babilonia hasta su conquista en el año 550 a.C. por el Rey Ciro de Persia, momento en el cual pueden retornar a su tierra y comenzar la reconstrucción del Segundo Templo.
Dos siglos antes de la llegada de Cristo las guerras continúan. Los Israelitas están rodeados por tierras helenizadas y difícilmente pueden resistir su influencia. Jeusalem es finalmente conquistada, esta vez por Antioco IV Epifanes, Rey de Siria. La toma de Jerusalem y la persecución a que se ven sometidos los israelitas desembocará en la necesidad de salvaguardar las enseñanzas en un lugar más seguro: la comunidad esenia de Qumram.
Los esenios junto con los fariseos y los saduceos conformaban los 3 grupos religiosos o espirituales que existían en tiempos del nacimiento de Jesús. La asociación que María, su madre abrigaba con este grupo de espiritualidad essena, facilitó el que su hijo se les uniese y aprendiese los Misterios que más tarde transmitiría a los Apóstoles. De entre todos ellos se dice que fue Juan a quien El Maestro transmitió todos los secretos cabalísticos que había aprendido de los hombres y mujeres de Sharon. Este hecho marcará un hito en la historia de la Cábala pues a partir de aquí deja de ser custodio exclusivo de la antigua sabiduría - ahora mezclada con tintes y matices de diversas razas y culturas - el pueblo hebreo. La Tradición se bifurca para seguir dos cauces distintos. La Cábala ortodoxa continúa evolucionando en manos de los israelitas bajo la estricta supervisión de los rabinos (9), pero se crea una segunda rama a partir de Juan. La corriente tradicional producirá grandes obras, centros y cabalista. La segunda, se conocerá por el nombre de “Gnosis” (conocimiento) y deviene en forma de una Iglesia Juanista Secreta o núcleo de hombres y mujeres que compartían una ideología distinta a la que promulgaba la Iglesia Católica Oficial, por lo que fueron perseguidos y tildados de herejes - de entre ellos representativos: Templarios, Rosa-cruces, Franc-masones y Martinistas.
Desde entonces, alquimistas, magos y ocultistas de distintas Órdenes y Grupos han ido aportando sus conocimientos al estudio del Árbol Cabalístico - el cual llega a nuestras manos cubierto de una serie de datos herméticos, mágicos, alquímicos, cartománticos y astrológicos de los que carecía en los primeros tiempos muy a pesar, claro está, de los esfuerzos que la Iglesia Romana imprimió en la erradicación de estas creencias, ideología y órdenes.
Situaciones como ésta justificaron la persecución y destrucción de numerosas obras de valor y el alejamiento de una sabiduría que era patrimonio de la humanidad, del pueblo. En el mejor de los casos algunas obras se salvaron, pero quedaron en manos de coleccionistas lo cual dificultó su posterior reinserción dentro del flujo del conocimiento.
Las guerras santas declaradas y ocultas, y la destrucción sistemática de libros, manuscritos e incluso bibliotecas completas debidos, en gran parte a la intolerancia de la mente humana, y de otra al afán de poder y manipulación del que aún hoy no se ha liberado la raza humana, se catalogan dentro del conjunto de causas responsables de la dispersión de esa unicidad que caracterizaba el saber antiguo, así como de la confusión mental y espiritual que reina en el presente.
Es por todo lo anterior que nos ratificamos en afirmar que las enseñanzas cabalísticas a las cuales tenemos acceso en la actualidad no son puramente hebreas, ni en su origen, ni en su evolución (10)
A tenor de todos los datos conocidos y pruebas expuestas, los cabalistas judíos eluden el tema del origen trasladándolo a planos celestiales presentando una versión que ha de ser aceptada como prueba de fe, ya que, según ellos, el saber que la Cábala transmite fue otorgado a su pueblo por intermedio de los Ángeles Raziel y Metatrón, de quien se dice pudiese ser la hipóstasis de Enoch ascendido.
Sin embargo, a pesar de lo fantasioso que estas suposiciones pudieran parecer quizás la tarea más desafiante, estimulante y a la vez ardua que se nos presenta a los amantes del saber en estos tiempos que corren, sea la recuperación y reconstrucción de esa Sabiduría Universal a partir de las cenizas de las que somos legatarios hoy.
(1) Babilonia
(2) El descubrimiento de sephirot hindúes dio a pensar que el origen de la Cábala podría haber estado en Oriente y haber pasado a Occidente a través de Abraham.
(3) Nombre dado al Antiguo Egipto
(4) En comparación a Noé, patriarca ante-diluviano que junto con sus hijos repoblaría las tierras de Mesopotamia y alrededores dando origen a las distintas tribus de entre las cuales emergería el pueblo hebreo.
(5) El Timeo
(6) Salida de parte de los nómadas del desierto que habitaban en Egipto entre los años 1550 y 1320 a.C. en busca de la tierra que Jehová les había prometido dar.
(7) Canaán; posterior Palestina
(8) Josué (s.XIII- s.XII a.C.) era hijo de Nun y pertenecía a la tribu de Efraím. Moisés cambia su nombre original de Oseas por el de Josué “Dios Salva”
(9) Comienzo de la Cábala Rabínica, aproximadamente tras la destrucción del Segundo Templo (70 d.c.) Los sacerdotes son sustituidos por los rabinos, quienes se erigen en intérpretes autorizados de las leyes orales y escritas que Dios transmitió a Moisés; fijan el canon de los libros inspirados y crean un completo sistema de leyes basado en 613 prescripciones o preceptos derivados del Pentateuco
(10) La extensión del presente trabajo limita una exposición más exhaustiva sobre los condicionamientos que ha sufrido la Antigua Sabiduría desde los tiempos de antaño a nuestros días. Es por esto que aunque hayamos intentado sintetizar y delinear de la manera más amplia posible el recorrido de la misma hemos tenido que dejar de lado otro tipo de influencias tales como el Zoroastrismo de Persia y la religión de Mani (s.III- s. X) la cual llegó a extenderse por Mesopotamia, Siria, Palestina, Egipto, Italia, Irán, India y Mongolia, entre otros.
Artículo publicado por Olga en www.revistamagica.es
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